El dolor lumbar (DL) es una de las principales causas de discapacidad en el mundo, con una prevalencia cercana al 80% en algún momento de la vida de las personas (Hartvigsen et al., 2018; Maher et al., 2017).

 

Esta condición tiene causas multifactoriales, incluyendo factores biomecánicos y psicosociales, como el estrés y la ansiedad, que pueden exacerbar la percepción del dolor. Sin un tratamiento adecuado, el DL puede volverse crónico, afectando significativamente la calidad de vida y generando un impacto económico y social considerable (Balagué et al., 2012).

La fisioterapia, con su enfoque no farmacológico y centrado en el paciente, se presenta como una intervención clave para mitigar esta afección. Este artículo integra hallazgos recientes y la experiencia clínica para destacar cómo la fisioterapia puede mejorar la funcionalidad, reducir el dolor y prevenir la cronificación.

 

Dolor lumbar agudo vs dolor lumbar crónico

El dolor lumbar agudo no específico (DLAN), se define como aquel que persiste menos de seis semanas, generalmente tiene un buen pronóstico, con la mayoría de los pacientes recuperándose en pocos días. En una revisión Cochrane reciente, se encontró que el ejercicio terapéutico no mostró diferencias clínicamente significativas en la reducción del dolor o la mejora funcional en comparación con placebo o tratamientos simulados a corto plazo​ (IJzelenberg W, et al. (2023).

No obstante, aunque la calidad de la evidencia es baja, no se puede descartar el potencial del ejercicio como herramienta de prevención en el DLAN. Además, el ejercicio se considera seguro, con un riesgo mínimo de efectos adversos.

El dolor lumbar crónico (DLC), definido como aquel que persiste más de 12 semanas, presenta un desafío mayor debido a su impacto prolongado en la calidad de vida y su asociación con factores psicosociales como la ansiedad y el miedo al movimiento. Los pacientes tratados con ejercicio experimentaron una disminución promedio de 15 puntos en una escala de 0 a 100, alcanzando relevancia clínica.

 

Importancia de una evaluación inicial integral

El éxito del tratamiento del DL depende en gran medida de una evaluación inicial completa, que permita identificar factores contribuyentes y patrones disfuncionales específicos. La utilización de herramientas como el Oswestry Disability Index (ODI) y el Roland-Morris Disability Questionnaire (RMDQ) es fundamental para cuantificar el impacto del dolor en la funcionalidad diaria y monitorizar el progreso del paciente (Fairbank & Pynsent, 2000).

Además, la observación del movimiento y pruebas funcionales pueden revelar patrones alterados, como déficits en el control neuromuscular, que perpetúan el dolor lumbar (Delitto et al., 2012). Según Brennan et al. (2006), identificar estos patrones en las etapas iniciales mejora significativamente el pronóstico y la planificación terapéutica.

 

Ejercicio terapéutico: el pilar del tratamiento

El ejercicio terapéutico es una intervención central para tratar el DL y ha demostrado ser efectivo para reducir el dolor y mejorar la función. Los programas individualizados, diseñados para cada paciente, son fundamentales para lograr resultados sostenibles (Steiger et al., 2012; Saragiotto et al., 2016). Entre las técnicas más efectivas se encuentran:

  1. Ejercicios de estabilización: Ejercicios como la plancha y el bird-dog fortalecen el transverso del abdomen y los multífidos, mejorando el control neuromuscular de la columna. Hides et al. (2001) y Macedo et al. (2009) demostraron que estos ejercicios reducen significativamente el dolor y mejoran la estabilidad lumbar.
  2. Fortalecimiento muscular: El fortalecimiento de los músculos de la cadena posterior y del core reduce la sobrecarga en la columna, disminuyendo la recurrencia del dolor (Smith et al., 2014). Este enfoque es especialmente útil en pacientes con DL crónico.
  3. Movilidad y flexibilidad: La falta de flexibilidad en los isquiotibiales y otros músculos de la cadena posterior contribuye al estrés lumbar. Los estiramientos específicos mejoran la amplitud de movimiento y reducen la rigidez, como sugieren Standaert et al. (2011).

El acceso temprano a programas de ejercicio supervisados por un fisioterapeuta, idealmente dentro de las dos primeras semanas del inicio del dolor, está asociado con mejores resultados funcionales y menor duración del episodio de DL (George et al., 2005; Saragiotto et al., 2016).

Trakphysio, en este sentido es una herramienta ideal para prescribir ejercicio terapéutico y monitorizar la realización de forma remota. Lo cual impacta significativamente en la adherencia de los pacientes que sufren dolor lumbar.

Técnicas manuales y movilización articular

Las técnicas manuales complementan los programas de ejercicio al aliviar el dolor, mejorar la movilidad y restaurar el funcionamiento adecuado de las articulaciones. Según Gross et al. (2015), las manipulaciones espinales y movilizaciones articulares son efectivas en pacientes con DL agudo y subagudo, especialmente cuando se combinan con ejercicio.

  • Manipulación espinal: Reduce la tensión muscular y mejora el rango de movimiento. Estudios como el de Furlan et al. (2015) confirman su eficacia en combinación con ejercicios terapéuticos.
  • Liberación miofascial y masaje: Estas técnicas mejoran la circulación y reducen la tensión muscular, siendo útiles en pacientes con puntos gatillo activos (Ajimsha et al., 2015).

El abordaje multimodal, que combina ejercicios terapéuticos y técnicas manuales, es superior a las intervenciones individuales para mejorar los resultados funcionales y reducir el dolor (Hoogeboom et al., 2016).

 

Educación del paciente y autogestión

La educación es un componente clave en el tratamiento del DL, ya que reduce el miedo al movimiento y promueve la autogestión. Informar al paciente sobre las causas del dolor y la importancia de mantenerse activo es esencial para prevenir la cronificación (Louw et al., 2011).

  • Psicoeducación: Los programas que combinan educación y manejo del dolor han mostrado mejorar los resultados en pacientes con DL crónico (Moseley, 2002).
  • Estrategias de autogestión: La enseñanza de ejercicios de movilidad y estiramiento permite al paciente tomar un papel activo en su recuperación, reduciendo el riesgo de recaídas (Van Middelkoop et al., 2011).

Comparación con modelos médicos tradicionales

El modelo médico tradicional, que a menudo prioriza el uso de medicamentos, imágenes diagnósticas y reposo, puede ser menos efectivo en comparación con la fisioterapia. Según un análisis sistemático reciente, los pacientes que acceden directamente a fisioterapia muestran mejores resultados clínicos, mayor satisfacción y menores costos de atención​ (Severijns P, et al.2024). Además, tienen un 36% menos de riesgo de ser referidos a especialistas y un 27% menos de probabilidad de requerir imágenes avanzadas ​(Severijns P, et al.2024).

 

Abordaje multidisciplinario y modalidades complementarias

En casos de DL crónico, un enfoque multidisciplinario que integre fisioterapia, apoyo psicológico y modalidades complementarias es crucial para abordar la complejidad del dolor (Guzman et al., 2001). Aunque modalidades como TENS y ultrasonido tienen eficacia limitada por sí solas, pueden ser útiles como complemento para mejorar la comodidad del paciente (Deyo et al., 2009).

 

Perspectivas futuras y recomendaciones

La evidencia actual respalda el uso del ejercicio terapéutico como una intervención central para el manejo del DLC y como herramienta complementaria en el DLAN. Sin embargo, se necesitan estudios adicionales para:

  • Identificar los componentes más efectivos de los programas de ejercicio.
  • Evaluar el impacto del ejercicio en diferentes subgrupos de pacientes, como aquellos con comorbilidades psicosociales.
  • Desarrollar estrategias para mejorar la adherencia a largo plazo.

Mientras tanto, los fisioterapeutas deben continuar implementando enfoques personalizados y multimodales, integrando ejercicio, educación y técnicas manuales según las necesidades individuales de cada paciente.

 

Conclusión

La fisioterapia en su modalidad digital y concretamente la telerehabilitación, son herramientas eficaces para mejorar la calidad de vida y promover la autonomía de pacientes con DL.

La fisioterapia esta basada en evidencia para el tratamiento de este tipo de dolor. Desde una evaluación inicial integral hasta programas personalizados de ejercicio y técnicas manuales, el enfoque fisioterapéutico mejora significativamente la funcionalidad, reduce el dolor y previene la cronificación. La educación del paciente y la promoción de estrategias de autogestión fortalecen aún más los resultados a largo plazo.

La combinación de ejercicio, educación y técnicas manuales no solo reduce el dolor y mejora la funcionalidad, sino que también aborda los factores psicosociales subyacentes, promoviendo una recuperación más completa.

El acceso temprano a la fisioterapia y la implementación de modelos de atención directa son fundamentales para optimizar los recursos del sistema de salud y garantizar una mejor calidad de vida para los pacientes. A medida que la investigación avanza, los fisioterapeutas deben seguir actualizándose para ofrecer tratamientos innovadores y efectivos. Este enfoque integral y personalizado posiciona a la fisioterapia como una de las mejores opciones para manejar el dolor lumbar.

Referencias

  • Ajimsha, M. S., et al. (2015). Effectiveness of myofascial release. Journal of Bodywork and Movement Therapies, 19(2), 202-213.
  • Balagué, F., Mannion, A. F., Pellisé, F., & Cedraschi, C. (2012). Non-specific low back pain. The Lancet, 379(9814), 482-491.
  • Brennan, G. P., et al. (2006). Identification of subgroups of patients with low back pain. Physical Therapy, 86(4), 479-493.
  • Delitto, A., et al. (2012). Low back pain. The Journal of Orthopaedic and Sports Physical Therapy, 42(4), A1-A57.
  • Deyo, R. A., et al. (2009). Overtreating chronic back pain. The Spine Journal, 9(2), 154-163.
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  • George, S. Z., et al. (2005). Fear-avoidance beliefs: what are they and how can they be managed in treatment of back pain? Journal of Orthopaedic & Sports Physical Therapy, 35(6), 273-278.
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  • Maher, C., Underwood, M., & Buchbinder, R. (2017). Non-specific low back pain. The Lancet, 389(10070), 736-747.
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  • Standaert, C. J., et al. (2011). Physical therapy and exercise interventions for musculoskeletal pain. Physical Medicine and Rehabilitation Clinics, 22(4), 541-567.
  • Steiger, F., et al. (2012). A systematic review of risk factors for spinal stenosis. European Spine Journal, 21(3), 372-393.

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